Escrito por Eduardo M Romano el 27 mayo, 2014
Existen objetos en los que nos empecinamos
en depositar
una desopilante y variada colección
de augurios, presagios, intenciones , ensalmos
y hasta ciertos preludios capaces de desencadenarnos
emociones.
Me refiero a que no es cuestión de echarles la culpa,
ni es preciso perder el tiempo buscando por este lado
o por aquél otro.
Porque los promotores, los responsables y los que más
sabemos del asunto,
con conciencia o sin ella,
somos nosotros .
Pero aún asi, existen objetos sobre los que ,
en distintos modos,
colocamos algo nuestro.
Entonces puede pasar que una cosa cualquiera,
hasta podría decirles,
de lo más trivial y de aspecto ordinario,
por lo común y corriente…aparezca ante nosotros
envuelta ( eso es lo que nos parece) ,
en una especie de atmósfera ..que puede estar
cubierta , por ejemplo,
de misterio, tensión o cosa incierta.
El objeto en cuestión está ahí, en lo suyo,
tal y como estuvo siempre.
Siendo lo que es y ninguna otra cosa rara o extraña.
El problema somos nosotros,
que desde algún borde interno,
nos ponemos a adjudicarles supuestos preanuncios,
, carprichosos sortilegios
y hasta unos insostenibles presagios,
que de tanto insistir con lo mismo,
hasta pueden llegar a tener eficacia.
Parientes lejanos de la magia
y el animismo que dominaban
en nuestra infancia temprana….en esos tiempos
en los que era de lo más natural que estuvieran
…porque teníamos quienes nos resguardaran de modo
que pudieramos convivir lo más bien con ellas..
que eran tan capaces de torcerles el rumbo
y cambiarles muy pronto la cara,
a eso que no nos gustaba…
…En esos momentos tempranos,
no estaban afirmados la razón estable ni el pensamiento equilibrado…
…ni eran tan seguros los criterios objetivos ni los argumentos insoslayables…Pero aún hoy,
ciertos objetos,
son la ocasión,
para darnos cuenta,
que aún existe un lugar en nosotros,
para que continuen flotando la ilusión y el sortilegio…hermanos de las magias,
que de algún modo,
aún se las arreglan
para perdurar en nosotros.
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