Escrito por Eduardo M Romano el 18 febrero, 2017
La desazón había comenzado
casi sin hacer ruido.
Como caminando en puntas de pie
para abarcar , primero, lo circunstancial y lo pequeño.
Claro que esto fue sólo al principio,
que fue silencioso e inadvertido.
Porque con el correr del tiempo,
las cosas fueron cambiando de color
y se prendieron firmes a ese rumbo preciso.
Así se le fueron sumando los desánimos pasajeros,
junto a las promesas de dejar ,
tantos encuentros , para ese tiempo
de más adelante,
que seguro iba a ser más oportuno.
Sin olvidar la pérdida de interés
y el ánimo doliente,
que terminó por extenderse
a cada cosa que pensaba y sentía.
Pero lo peor , si me preguntan,
resultaba esa forma tan cruel ,
y en apariencia, incomprensible,
con la que se acostumbró a tratarse a sí misma.
Entonces la vida de todos los días,
cuando quiso acordarse,
se le había convertido
en una colección interminable
de recriminaciones, autorreproches y destratos.
Que nunca apuntaban a nadie
que no fuera ella misma.
«…Es evidente que también ella ( la melancolía),puede ser
reacción frente a la pérdida de un objeto amado…El objeto tal vez
no esté muerto, pero se perdió como objeto de amor…
…no atinamos a discernir con precisión lo que se perdió…
…sabe a quién perdió,pero no lo que perdió en él …»
(S.Freud.» Duelo y Melancolía «. O.C.)
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