Escrito por Eduardo M Romano el 27 diciembre, 2016
Quienes la conocían,
tenían esa clase de intuición
que sale a relucir con algunas personas cercanas,
y que en buena medida,
uno puede conocerlas, más allá de lo que digan.
Me refiero a ser testigos nuevamente ,
de este comienzo que se ubicaba en una forma particular
de hacer y decir ciertas cosas.
Y que uno bien podía ponerle la firma
que seguro iba a doblar por ese costado
para tomar el rumbo de esa clase específica
de posibles y futuras consecuencias y no de otra.
Para terminar , como de costumbre,
en aquel otro abanico
de ilusiones, sobresaltos,
autoexigencias, reproches, equívocos y lamentos.
Todas variantes de una Escena
que ya se había convertido como en parte de la familia,
para quienes la concocían
y ya eran bien capaces de anticiparla.
Claro… Todos menos ella.
…» todo ser humano ,por efecto conjugado
de sus disposiciones innatas y de los influjos
que recibe de su infancia,
adquiere una especificidad determinada para el ejercicio
de su vida amorosa…
…» que se repite (es reimpreso) de manera regular
en la trayectoria de su vida, en la medida que lo consientan
las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de amor asequibles «.
(S. Freud. » Sobre la dinámica de la transferencia » O.C.)
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