Escrito por Eduardo M Romano el 3 agosto, 2014
Ella se daba perfecta cuenta,por más que él,
como era su costumbre,dijera poco y nada al respecto.
Pero ya conocía cada porción y curvatura su semblante.
Entonces, podia entender,
por más que él no quisiera decirlo,
que el destino,(por llamarlo de alguna forma),
le había jugado otra mala pasada,
y que a los énfasis
ya las acentuaciones,que podía captárselos casi
sin hacer esfuerzo alguno…ahora se habían transformado
en cosas muy distintas.
Unos sentimientos, porque directamente se habían ido….
..otros porque se los veía como extenuados,
después de haber perdido gran parte de su fuerza.
Hasta aquí, son cosas de la vida,
que a cualquiera pueden pasarle.
Pero al mirarlo,ella se daba cuenta que no se trataba
simplemente de eso…
Entonces ,lo que más le estaba doliendo,
no eran los motivos precisos,
los directos y sin vueltas…
..Sino aquellos otros..los mentirosos.
Esos que cuando la mano viene torcida
y la suerte dada vuelta,
el otro se la pasa gritando,
que no tuvo ninguna culpa….
…que además ya se lo había advertido en su momento…
y por si todo esto fuera poco,
seguro que las cosas no habían pasado de esa forma…
…Y si por una de esas remotas e improbables casualidades,
lo había pensado,prometido.,o quizás dicho de ese modo…
…ahora,
sinceramente,
no podía recordarlo.
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