Escrito por Eduardo M Romano el 11 diciembre, 2013
Ese día ya no pudo aguantar más el rumbo que
habían tomado las cosas entre ellos.
Entonces respiró hondo y le dijo que lo que le importaba eran los hechos
y no sus pulidas estrategias retóricas,
que ya se las sabía de memoria,
tanto como a las conocidas narrativas que les echaba
mano en cada ocasión que podía para salirse de algún brete.
Tomó un poco más de aire
y también le dijo que ya no perdiera mas tiempo
abusando de los condicionales
y cayéndole de visita al potencial a cada rato.
Tambien pudo decirle , para su propia sorpresa,
que ya no resultaban creíbles sus asertivos.
Y que sus imperativos no sólo resultaban patéticos
sino que ya francamente daban risa.
Ahora lo que se necesitaban eran palabras ligadas a hechos concretos
y no lindas frases en el aire.
Palabras genuinas, que son las capaces de animárseles y encarar
en serio a las cosas.
Por ejemplo, a las que entre ellos ,
ya hacía un buen rato que estaban pasando
y que con la retorica abundante
y los silencios oportunos,
no habían hecho más que negarlas.
En una palabra , ya no aguantaba más los divagues en el aire.
…las frases a dichas a medias, que dejaban flotando
intenciones segundas….
…anversos implícitos que no hacían otra cosa que desmentir
lo que recíen se había hecho y dicho…..
En una palabra, las cosas iban a seguir siendo negadas,
cada vez más con lo mismo,
si se las dejaba libradas a su suerte..y se seguía actuando como
si nada estuviera ocurriendo.
Digo,si no empezaban a hablar y a poner las cartas sobre la mesa,
las problemas seguro que no iban a cambiar solitos,
sino que doblando por los silencios
y agarrando más adelante por los ocultamientos cómplices,
lo más seguro es que todo iba entre ellos
a seguir empeorando.
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