Escrito por Eduardo M Romano el 7 enero, 2014
Desde el día en que la conoció,
las cosas dejaron de venir
con la monotonia de siempre.
Muchas de sus obstinadas preocupaciones,
,comenzaron a darle cierto respiro.
Con decirles que hasta
sus miedos más inclaudicables,
le consintieron un poco de calma y de tregua.
Ocurrió desde el momento
en el que ella entró en su vida.
Nada que ver con un cuento
de hadas o de algo lleno de maravilla y caramelo.
De esos que duran nada más que un tiempo , sólo
para irse un rato más tarde,
así tan fácil como habían venido.
Lo que empezó a darse entre ellos ,
fue algo distinto.
Porque no se parecía para nada a esos devaneos
que a uno lo dan vuelta
y lo convierten ,
de buenas a primeras,
en el eufórico habitante de un espléndido castillo en el aire.
A ella y a él,quiero decir, entre los dos,
estaba pasando algo genuino y más concreto.
Con bastante conciencia de los pro y los contra.
Como si al intenso Deseo amoroso
lo tuvieran bien apoyado
con los pies en la tierra…sabiendo que había fronteras,limites,
bordes y hasta cortes posibles.
Ninguno de los dos se sentía flotando en una alfombra
mágica que los transportaba por los aires.
Créanme que tampoco el mundo se les había vuelto
de repente absolutamente encantador y desbordante de magia.
Habían empezado a quererse
sin tener necesidad
de sobreactuaciones ni énfasis innecesarios.
Lo cual no quita que haberse conocido,
no los hubiera ayudado mucho,
a que se les pusieran en movimiento y empezaran
a cambiarles varias cosas,
que para ella y para él,
resultaban entrañables.
Muchas superficies atascadas, se les dieron vuelta.
Más de un adentro consabido ,
se les transformó en un decidido afuera.
A mí me parece que porque se empezaron a querer
en serio,
no dudaron ni un instante
en correr los riesgos y hacer las apuestas
que vinieran al caso…
…por eso que ahora sí,
ya había comenzado a valer la pena
y tener sentido.
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