Escrito por Eduardo M Romano el 3 junio, 2018
Las cosas comenzaban de una manera casual,
como ese discurrir que surge espontáneo,
y uno no tiene más que dejarse llevar
por sus diferentes derivas.
Mientras una escena sigue a la otra,
queda bien clarito, para todo el mundo,
que todo lo que está sucediendo,
transcurre ahí afuera.
Pero de pronto, algo inesperado y ambiguo,
toca algo íntimo y propio.
Tal vez a causa de esta frase inesperada,
o esa palabra esquiva pronunciada a destiempo…
..o quizás aquél gesto inadvertido ,
que echa por tierra todo lo otro..
Entonces sí. Nos inunda un torrente de sentimientos encontrados…,
…circunstancias que ni siquiera nos atrevemos a imaginar…el enfrentamiento
victorioso frente a ese personaje obsceno y poderoso
que se complace en menoscabarnos…sin olvidar esa clase de alivio,
que acostumbra venir desde lo más profundo.En parte genuino desahogo,
y en parte lícita revancha,
de tanto sentimiento desprovisto de nombre
e incapaz de sentido
…»El espectador vivencia demasiado poco…se siente como «un mísero deshecho a quien no puede pasarle nada». Ha tiempo ahogó su orgullo, que situaba al yo en el centro del mundo…querría sentir, obrar y crearlo todo a su albedrío,en suma, ser un héroe. Y el autor-actor del drama se lo posibilitan, permitiéndole la identificación con un héroe .»
(S.Freud.» Personajes psicopáticos en el teatro». O.C.)
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