Escrito por Eduardo M Romano el 11 enero, 2019
Las palabras eran simples.
Nada de construcciones rebuscadas
ni adornos impropios.
Claro y sencillo, su modo de escribir
parecía ir derechito al grano
de esa clase de asuntos
que nos suceden todos los dias.
Pero tenía el don de poder transformarlos,
para producir unos efectos de encanto,
de los que resultaba casi imposible sustraerse.
De modo, que una vez comenzada, créanme que por nada del mundo
quería uno perder el hilo de la trama.
Así de sorprendentes,intensos,
y poblados de desvios, , embustes, certezas y contrastes
eran los efectos
que a uno se le iban encendiendo.
Lo más parecido a entregarse, con todo nuestro afán,
a un juego.
Pero de esos a los que se los toma en serio.
Tal como solíamos hacer
cuando éramos niños.
…» el poeta hace lo mismo que el niño que juega : crea un mundo de fantasía al que toma muy en serio …Muchas cosas que de ser reales no depararían goce pueden empero desarrolarlo en el juego de la fantasía. Muchas cosas que en sí mismas son penosas, pueden convertirse en fuentes de placer para los espectadores del poeta…( en un marcado contraste,por el contrario) el adulto se averguenza de sus fantasías y las esconde a los demás.» ( S. Freud.» El creador literario y el fantaseo» O.C.)
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