Escrito por Eduardo M Romano el 25 mayo, 2014
Se pasaba la vida viviendo en una especie
de desnivel dinámico continuo.
En el lugar de arriba, ubicaba sin dudar siquiera
un instante,
a cualqier otro que no fuera él mismo.
A ése, pasaba entonces a adjudicarle toda clase
de méritos, saberes y merecimientos…óptimo manejo
de los espacios, inmejorable uso de los tiempos..y maestría indudable en lo que respecta a ser certeros y oportunos.
De modo que en todos los casos, el mérito, el brillo, el saber qué hacer , en qué modo y en cuáles precisas circunstancias…estaban
sin dudas en el otro lado, igual que la certeza y el protagonismo.
Eran curiosos repartos,
dirigidos por motivos y mandatos que para él resultaban
estaban reprimidos e inconscientes.
Quiero decir,que le salían así y nada podía decir acerca del asunto.
De modo que era obvio y natural ubicarse en periferia más lejana
al centro…sintiendo que lo suyo, ya fuera dicho , hecho intención o pensamiento,estaba fuera de lugar, descentrado o de lo más inoportuno.
Ni qué decirles acerca de las palabras : las atinadas siempre les
pertenecían y se derramaban abundantes,
de los labios de otros…
Porque estaba absolutamente convencido,
que para él,
con un poco de suerte,
sólo quedaban el balbuceo, la interjección y el monosílabo…
..que tenían por función acompañar en forma tenue,
y apenas audible…como pidiendo permiso,
los tan seguros , siempre certeros e idealizados
frases, hechos, motivos, amagos y hasta insinuaciones
de algún otro.
Deja una respuesta