Escrito por Eduardo M Romano el 29 mayo, 2014
Era una persona que sabía qué quería,
en qué cuestión enfocarse , cómo apuntarle y
cuándo era momento de cambiar el rumbo
y navegar para otro lado.
Temple y confianza en sí mismo, tenía de sobra.
Solidario , cordial y buena gente.
Cada vez que lo llamaban, iba.
El problema era que no sabía calibrar el alcance,
graduar el empuje y regular las fuerzas…se comportaba
desconociendo las pausas y los intervalos.
Sobre todo, cuando alguien o algo
era capaz de rozarle algo propio ,
cosa de involucrarlo desde alguna parte.
En momentos como ésos,
tenía una tendencia a exponerse
en forma innecesaria y más de la cuenta.
Por la velocidad y el ritmo que empezaba
a imprimirles a tanto a la acción como al pensamiento…
…que casi rozaban sus propios límites.
Entonces, lo mas seguro era que en
medio de su propia vorágine,
perdiera el rumbo…y no era que no se diera cuenta…
..pero no le salía hacer la pausa , para tomarse un
respiro y ganar algo de tiempo para rehacerse…
…todo lo contrario,
él doblaba la apuesta ,
y le daba rienda suelta
a ese clase de intensidad
que nos mantiene muy ocupados..
..pero que es una especie de ilusión
y autoengaño,
que nos hace sentir que estamos avanzando,
a no se sabe muy bien qué cosa…
…cuando en verdad,
no hacemos sino derrochar
el empuje y la fuerza,
corriendo empecinados,
después de haber perdido
nuestro punto de mira.
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