Escrito por Eduardo M Romano el 30 agosto, 2020
Sucedió, de la forma más común,
como ocurre tantas veces.
Entre el azar, esas cosas que tiene la vida,
historias singulares y juegos de atracciones mutuas.
No faltaron los amagos, los equívocos y las incertudumbres.
También tuvieron sitio las ilusiones, las preferencias y los ensueños.
Confirmando, que en los asuntos del entredós,
las cosas no sólo rehúyen el círculo
y desmienten la línea recta.
También existen cosas que se dicen
para no ser tomadas
al pie de la letra.
Los antagonismos, asomaban por todas partes.
Pero de pronto ,vaya a saber uno por qué,
fueron perdiendo su razón
y atenuando su fuerza.
Aquello que parecía absurdo y hasta ridículo ,se fue transformando en todo lo contrario,
sin llegar a quedarse quieto ni manso.
El encuentro era sin garantías.
Y eso lo sabían. Porque estar juntos,
no significa resignar lo singular
ni claudicar en lo más propio.
Cosas como éstas, más tarde o más temprano,
terminan rompiendo
la magia
y apagando para siempre,
el encanto.
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