Escrito por Eduardo M Romano el 27 febrero, 2017
Decía que las culturas, las personas y los hechos,
quien más quien menos,
responden estrictamente a una predecible dimensión
de coherencias lógicas y encajes perfectos,
de percepciones indudables y neuronas infalibles,
que a su vez configuran
lógicas de lo más razonables, certezas
y sinapsis bien logradas.
Que obviamente tranquilizan y reaseguran,
por ejemplo , con respecto a que si esto ocurrió primero,
lo más seguro es que provenga de eso de antes
y que le siga aquello otro
que espera más adelante.
Esto tranquiliza y reasegura , en el mejor de los casos,
sólo por un rato.
Porque esta forma de encarar las cosas,
fundada en un enérgico mentís de lo Imaginario y lo Inconsciente,
lleva a acumular
toda clase de traspiés y confusiones que ni les cuento.
Esto se nota cada vez que las cosas
vienen mal barajadas,
y parecen hablar una lengua distinta y extraña.
Con la que las inefables tablas, clasificaciones
y protocolos,
pueden hacer poco y nada.
Es que sucede todo el tiempo,
que algo venido de lo Inconsciente,
insiste ,
ensayando una y otra vez sus retornos.
De hecho se aparece ahí.
Refregando nuestras narices
con su singular realidad
tan Real como la otra.
«…Imaginaria, en ese contexto..no significa ficticia,ilusoria…
sino posición de formas nuevas
y posición no determinada sino determinante…
de la cual no puede dar cuenta
una explicación causal, funcional o incluso racional…
Estas formas , creadas por cada sociedad,
hacen que exista un mundo en el cual
esa sociedad se inscribe y se da un lugar …»
(C.Castoriadis ,» La Institución Imaginaria de la Sociedad». )
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