Escrito por Eduardo M Romano el 6 julio, 2014
Existen historias
que al conocerlas,
nos despiertan
tristeza y desconsuelo…con la convicción
de que si no hubieran actuado en formas
tan devastadoras , las personas más cercanas,
y si las circunstancias, se hubieran,
aunque más no fuera uno poco,
con bordes más favorables….el rumbo hubiera
sido distinto y el sufrimiento interno hubiera tenido
que resignar bastante protagonismo.
El asunto es que uno podría imaginar muchas cosas.
Pero la realidad de los hechos,no había sido ésa,sino otra.
Porque , desde temprano,
había sido educada , con todo detalle,
en el arte de echarse la culpa…y en cada ocasión de
tener que encarar algo, colocarse ,naturalmente al final
de la fila,porque los otros,
en esa alocada fantasía de su grupo de pertenencia,
siempre sabían más …y tenían ,(ya fuera por un motivo o por otro),
ganado ese más que dudoso derecho.
Entonces bastaba echarle un vistazo a su historia de vida,
para darse cuenta ,
que ahí estaban, en primera fila,
el autosacrificio automático y la llamativamente
continua postergación de lo propio.
Cómodos, incuestionables y con indisimulable
deleite,sentados siempre, en primera fila.
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