Escrito por Eduardo M Romano el 8 febrero, 2017
Era esa clase de personas
con las que más vale andarse con cuidado,
cuando uno la tiene cerca.
Porque dominaba como pocos
el oficio de cambiar de posición
(todas las veces que le fuera necesario),
para quedar mejor parado desde un lugar dominante.
Le alcanzaba con expresar un gesto leve de desaprobación,
o insinuar cierto desencanto.
En otras ocasiones, dejaba flotando en el aire,
como al descuido, alguna palabra,
seguida de un oportuno silencio.
Entonces , quedaba claro que el «incomprendido»
era él,
y el equivocado, como siempre,era el otro.
Así manipulaba todas y cada una de las situaciones cotidianas.
Ni qué decir de las que tenían mayor trascendencia.
Ahí sí que afinaba bien la puntería,
alineando el ojo, la lengua y la oreja…
…cosa de no fallar en el blanco.
En su mochila guardaba distintas variantes.
Por ejemplo , captaba de inmediato
los puntos débiles del otro.
con lo que se aseguraba jugar
siendo el dueño de las cartas marcadas.
Para hacer ese movimiento preciso
que sacaba del eje
y lo llenaba con una inquietante extrañeza al otro.
«..El es de esas personas que «saben»..tiene opiniones radicales
sobre todo : la política,el devenir del mundo, quién es idiota,
y quién no, qué hay que hacer y qué no…
…al iniciar una frase que deja en suspensión o incluso al mover
simplemente la cabeza en silencio…»
(M. F. Hirigoyen «El Acoso Moral «)
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