Escrito por Eduardo M Romano el 20 mayo, 2014
A las quejas y a los reproches se los escuchaba
explícitos y directos.
En el sentido en que podían ser claramente
referidos y muy bien delimitados,
a esta causa concisa, a ese olvido puntual e inoportuno
o a aquel otro imperdonable error de cálculo.
Pero no ocurría para nada lo mismo,
en relación con las exigencias implicitas,
mucho más extendidas y profundas,
que estaban
más allá de toda esa hilera,
referida a descuidos comprobables y concretos.
Pasa muy seguido que detrás de esta queja,
o de ese lamento, que no dejan de ser dichos
por algún motivo que es cierto pero
del todo irrelevante…
..tengan por costumbre esconderse otras cosas.
Por ejemplo ,el malestar,
por ciertas promesas incumplidas…
la decepción ligada a determinados asuntos
que idealizamos
y a veces depositamos en otros..
…y que terminan siendo la fuerza,
valedera y oculta,
de muchas quejas y reproches insistentes,
que bien sabemos,
no dejan de ser por cosas irrelevantes y minúsculas,
a las que se les ha prestado fuerza,
venida de algún otro lado…
..sin que podamos saberlo.
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