Escrito por Eduardo M Romano el 2 noviembre, 2024
Eran voces ya cansadas de decir,
pero,sobretodo, de decirse a sí mismas.
Ecos sin nombre.
Quejas por anhelos que se fueron perdiendo
en el tiempo.
Fronteras inciertas,
pobladas de bordes ambiguos
que consienten que nos perdamos
por un tiempo
en esa dulce ambiguedad
que en ocasiones depara lo incierto.
Y así echarse a andar,
siguiendo las huellas de otros.
Hasta que ,inesperada, nos sorprenda la magia
propia de aquellos que no claudican.
Para que comencemos a captar el murmullo
de esto que no ha tenido escucha
y de aquello que ,
por ningún otro,
fue dicho.
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