Escrito por Eduardo M Romano el 18 octubre, 2020
No podía precisar qué fue eso que la llevó
a aquel lugar
tan querido y tan propio,
que para ella,
hacía rato
se había perdido,
en el tiempo.
Un Pretérito bien definido en el que habitaba un antes fuera de toda duda.
Entrañable. Lleno de escenas y poblado de encuentros y voces queridas.
Ideas increíbles. Afanes, pasiones y proyectos.
Con el asombro siempre bien dispuesto a lo nuevo.
Todo aquello que empuja y le da sentido a la vida de cada uno.
Pero que ya había quedado
como fuera de juego, sin lugar
y habitando un no-tiempo.
Por ese motivo ,aún más cabían el misterio,
la intriga curiosa y la pregunta .
Por qué extraño motivo había vuelto ?
Sin embargo, asombro no sintió ninguno.
Todo parecía estar como antes.
Se refería al lugar, por supuesto.
No a la gente, a las voces ni al bullicio,
que ya no estaban.
Pero las calles, las casas, el barrio,
allí seguían estando. Tal como siempre.
No se trataba de nostalgia,
sino, aunque pueda parecer extraño,
algo así como el impulso de verificar por sí misma,
en ese lugar y en ese sitio,
la imperturbable continuidad de ciertas cosas.
Se trataba de un encuentro inquietante
con las cosas a secas.
Imperturbables.Y que, a pesar de tenerlas al alcance de la mano,
absolutamente lejanas.
Despojadas de pasiones y deseos, tocarlas no podía producir otra cosa
que la sensación de aferrar un vacío.
Porque ya no había ningún otro.
Faltaban todas las palabras,
en un silencio profundo, en el que ya ninguna voz
podría escucharse.
Nada ni nadie podría inquietarlo.
Inefable.
Desnudo de cualquiera de esas cosas
que acostumbramos dejar,
como al descuido,
con la secreta intención
de reencontralas por alguna otra parte.
Precioso. Soy Psicoanalista lacaniana de Córdoba Argentina. Como hablas naturalmente de la caída del otro con mayúscula, es decir, cuando la opinión de nadie te importa…es bellísimo!!
Encantado Silvana, muchas gracias !