Escrito por Eduardo M Romano el 15 enero, 2014
Palabras hay muchas.
Cortas,un poco más extensas,
livianas como una pluma, o tan densas
y pesadas que uno sólo las puede soportar
nada más que por un rato.
Porque después no sabe cómo salirles disparando.
Palabras las hay también flexibles, tanto que uno las
puede estirar , darles media vuelta y explorar
sus bordes, anversos y reversos.
Pero también están esa clase de palabras
rígidas y solemnes.
Que a uno le parece que lo que más les importa en la vida
es no ir más allá de lo establecido y de los límites estrictos.
Existen también las Palabras que hoy en día pueden llegar
incluso , casi en el mismo instante en el que fueron emitidas.
Así son de instantáneas.
Después están las palabras lentas, que no llegan
cuando más se las estaba esperando
y las que a pesar de las prevenciones,
siempre salen siempre tarde…
..O nos cuesta mucho esfuerzo tener que arrancar para decirlas.
Están las que a uno le resulta de lo más sencillo
decirlas o escucharlas , pero que pasado un rato,
cuesta mucho acordarse acerca de lo que trataban…cuidado, porque
entre ellas, no digo que siempre, pero es posible que estén mezcladas
las frívolas.
También puedo decirles
que existen esas otras palabras
que uno capta enseguida que son genuinas y que se las
dice sinceras,
y no dejan que se las manipule como si nada…
Pero también conozco otras,
( y se los digo porque me ha tocado
vivirlas), que tienen una triste función de relleno.
Porque en el fondo, no dicen nada y hacen las veces
de comodines,
cuando uno ya no sabe qué más seguir diciendo.
También están las palabras falsas, que se las dice
para tapar algún asunto o por el hecho de tratar
de quedar bien con todo el mundo.
Aunque habría que aclarar, en estos casos,
que la falsedad,
no está en las propias palabras.
Sino en las motivaciones, los deseos, los intereses,
las actitudes, los Deseos y los Fantasmas,
que estén dominando
en quien ,
en determinado momento
les salen o las elige
para decirlas.
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