Se lo decían así, según ellos, de corazón y sin medias tintas.
Pero ro cierto es que cuando legó la confusión de la tormenta,
y ese peculiar vértigo sin nombre
con el que acostumbra anunciarse
el desamparo…
Ninguno de los que habían gritado “presente”
antes de tiempo…
…y asegurado el “aquí estamos” sin haber salido…
estuvo a su lado ni amagó arrimarse a ella.
De modo que cuando todo pareció explotar dentro suyo,
la dejaron sola con sus miedos más arcaicos.
Entonces no sólo tuvo que hacerse cargo de lo horrendo.
También el dolor fue más frío y más cortante .Porque no tuvo el amparo de ninguno.
Faltó el abrazo genuino.
Y a la escucha sincera
que yo sepa,
no se la vio por ninguna parte.
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