Escrito por Eduardo M Romano el 8 febrero, 2022
Era un prodigio su forma de hablar.
Clara, sencilla y despojada de innecesarios adornos.
Decía aquello que pensaba
y al escucharlo, uno se daba cuenta
que las frases venían de lo hondo.
Ya fuera enteras, partidas por el medio
o hechas fragmento.
No pretendía nombrarlo todo
ni decir de corrido todo junto.
Endulzar el oído del otro,
no era lo suyo.
Tampoco era infalible.
Sabía que el tropiezo y el desencuentro,
también forman parte del juego.
Pero eso sí,
le tenía mucho respeto
a la frontera en la que el tiempo se hace lento
y las palabras se vuelven mudas.
Como si su pesado silencio
no fuera sino el preanuncio
de lo imposible de decir.
Lo Innombrable.
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