Escrito por Eduardo M Romano el 27 septiembre, 2020
Detestaba el desorden de lo inesperado
que sin que lo llamen,
aparece de pronto den la vida de uno.
Cosas que algunos podrían tomar como sorpresa,
inesperada pero bienvenida,
promesa de desafío
que aún no queda claro,
porque es incierto y no se acomoda a lo de antes.
Tal vez, oportuna ocasión de alguno que otro replanteo.
Momento de soltar ciertas amarras,
haciendo los cortes precisos
y definiendo algún cambio de rumbo.
Bueno, todo esto que les digo,
le parecía, de sólo pensarlo,
poco menos que insoportable.
Estorbo innecesario.
Pérdida de tiempo y pesada molestia.
Una inquietud lo envolvía
y lo emplazaba
a sacársela de encima
lo antes posible y en el lapso de tiempo más corto.
Tomando todos los recaudos para que no sucediera de nuevo.
Y por supuesto, sin dejar ningún rastro.
Puntualmente, cada mañana, ya podía recitar de corrido
todo lo que iba a suceder durante el resto del día.
Porque lo había anotado, como era su costumbre antes de dormir
por la noche.
Podía decirse que se le había impuesto hacer de su vida,
una prolija sucesión de pensamientos, rituales, acciones meticulosas,
decisiones equilibradas,
y alguno que otro austero y medido sentimiento.
Hacía un culto de algo bastante parecido a lo que podría llamarse
una vida en línea recta.
Mecánica, aceitada, sin bordes y carente de nudos
y de medias vueltas,
que complican el orden de las cosas
y no hacen más que pertubar la calma.
Con todos estos recaudos ,parecía que
no quedaba nada desprolijo, ni librado al azar ni a lo incierto,
porque suponía que no tenían lugar ni tiempo para suceder y colarse.
Decía que su plan funcionaba
como una máquina casi perfecta,
que bordaba al derecho y cosía al revés.
Doblaba cada costado
y alisaba meticulosa cada uno de los bordes que se le fueran presentado.
Mantenía bajo control estricto cualquier clase de desvío
y ahogaba el mínimo intento de fuga,
del obstinado encierro
que se había impuesto.
De hecho todo le funcionaba casi perfectos
si no fuera por esos sentimientos incómodos
que lo atormentaban de tanto en tanto.
Una especie de boticot y contrapeso a su máquina de andar perfecto,
que perturbaba el sopor
y de a ratos arruinaba
la transparencia de una existencia
atrapada
y una vida que transcurría
tirando a muerta.
Deja una respuesta