Escrito por Eduardo M Romano el 9 septiembre, 2015
El final estaba abierto.
Nadie estaba en condiciones
de decir,
cómo es podrían llegar a seguir las cosas.
Porque bien podían tomar el rumbo de lo razonable,
lo verosímil o lo coherente.
O de aquello que transcurre
sin pena ni gloria, porque no agrega
nada a lo que espera todo el mundo.
Pero en este caso,
no había ninguno
que pudiera ponerle la firma
ni asegurarlo.
Porque eran tantas las cosas
que aferradas al azar y a lo incierto,
eran capaces de cambiar los escenarios,
sustituir unos personajes por otros,
intensificar ciertas palabras
y llamar a silencio a algunas otras…
…Créanme que al final de cuentas,
lo único seguro era que
iba a terminar por cambiar ,
completamente el rumbo.
Entonces se dieron cuenta
que había llegado el momento
de improvisar,
y poner manos a la obra.
Casi todos sabían ,
por experiencia propia,
que cuando lo imprevisto aparece…
…no pierde su tiempo
en avisar,
ni se preocupa por llamar primero a la puerta.
Irrumpe.
Y cuando nos queremos acordar,
ya lo tenemos ahí.
Justito adelante nuestro.
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