Escrito por Eduardo M Romano el 26 julio, 2025
Me decía que se trataba de momentos de tristeza y desazón
que daría cualquier cosa por no volver a sufrirlos.
Momentos aciagos, de los que no podía decirme con certeza
su razón ni motivo.
Lo cierto es que se le instalaban, monocordes y repetidos dentro suyo.
Como si extrañamente conocieran sus debilidades más íntimas,
para ir quebrándola de a poco.
Eran los tiempos del eclipse.
Êsos en los que a inquietud no cesaba de multiplicarse.
Entonces,en el escenario,
sentía que una tras otra, iba perdiendo las referencias del espacio
y los intervalos con los que conjugamos el tiempo.
En algún lugar del camino,
quedaban perdidas, las razones y las palabras,
que ni siquiera tuvieron la ocasión de ser dichas.
Se sentía habitada
por un un extraño vacío,
que no dejaba lugar
para que las huellas se instalaran en lo hondo,
y asì enceder el deseo de recuperarlas.
Tampoco había palabras.
Sólo las sombras
de inciertas resonancias.
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