Escrito por Eduardo M Romano el 12 abril, 2020
En algún lugar insabido,
a todos nos habitan esas memorias que no llevan nombre.
Memorias entrañables, forjadas en amparos
que saben cómo y cuándo aparecer en los momentos
en los que las cosas van bien
y sobretodo en aquellos otros en los que parece que todo se derrumba.
Memorias mutuas que cobijan,
hechas con un otro en los tiempos primeros.
Fueron modeladas con caricias, apegos,melodías y consuelos
y se mantienen vivas en lo más intimo de cada uno
siempre y cuando las llevemos a la luz
para ponerlas en juego con muchos otros.
Gestos y caricias, canturreos y regazos.
De a poco ,y casi sin proponérselo,nos fueron enseñando tantas cosas.
Por ejemplo, la confianza fundante y primera.
La que ayuda
a afrontar lo mejor que se pueda,
el desasosiego y la inquietud ante lo incierto.
Y a sostener el deseo y la esperanza ,
atentos y bien despiertos,
en medio del dolor y del tumulto.
Muy interesante el abordaje, lo relaciono a las primeras huellas de Freud que abarca lo arcaico, lo reprimido primariamente fundante del aparato psíquico. Lo que nunca fue simbolizado y se encuentra en el orden de la percepción.
Gracias Carla. Cabe añadir, que no fue simbolizado a nivel de la palabra, pero que el orden de la percepcion, ´si recibio una primera transformacion y quedó inscritpo como imagen temprana.Es lo que Freud, en la Carta 52 denomina «signo perceptivo «.