Escrito por Eduardo M Romano el 12 septiembre, 2018
Visto desde afuera,
parecía esa clase de personas puntillosas
que con sólo mirarlas,
uno se da cuenta
que van por el mundo derrochando simetrías y coherencias.
Son un ejemplo de correción
y en todo momento se esmeran en el buen trato.
NI qué decír acerca de su afán
por conservar la armonía,el equilibrio y el buen juicio.
Por ejemplo en asuntos tan mundanos
como el fervor, el entusiasmo o el apasionamiento.
Que de malo no tienen nada,
siempre y cuando no se exagere,
yendo al otro extremo y pasándose de la raya.
A esto debo agregar,
que hacía un culto de la parsimonia.
Todo a su turno, sin apuro y tomando en cuenta todos de los recaudos.
Los indispensables y sobre todo, los otros :
los perifércos, los secundarios .
Aquéllos que a los ojos distraídos de la gente,
pueden parecer banales, redundantes y carentes de importancia.
A esos les prestaba mucha atención
y los tomaba muy en cuenta.
Es que nunca se sabe,
me decía,en qué desgraciado momento
puede uno caer
en el descuido sorpresivo
o entregarse al imperdonable derroche.
Por eso , nada mejor que
el orden más estricto y la responsable observación de las formas.
Así, como corresponde.
Como es debido.
Obsequioso y preparado.
Cuidadoso y atento.
«…El paciente que padecía innumerabes preocupaciones, me entregaba siempre billetes de banco tersos y limpios…me respondió que tales billetes no eran en modo alguno, nuevos, sino que tenía la costumbre de limpiarlos y plancharlos en su casa, pues le daba remordimiento entregar a alguien billetes sucios en los que seguramente debía haber millones de microbios…Por entonces vislumbraba oscuramente la relación de la neurosis obsesiva con la vida sexual y en consecuencia me atreví a preguntar al paciente sobre la suya ….» (S.Freud. » A propósito de un caso de neurosis obsesiva (el Hombre de las Ratas»,O.C.).
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