Escrito por Eduardo M Romano el 24 marzo, 2020
Siempre había llamado mi atención,la desenvoltura y fluidez
con la que comentaba sus asuntos propios
y ciertos detalles apenas observables en los otros.
Su forma de decir y su estilo eran sencillos.
Desprovistos de adornos superfluos
y adjetivaciones innecesarias.
Lo cual no significaba que no pudiera apelar sutilmente al pormenor,
al detalle, la metáfora y la alegoría
que vinieran al caso.
Sin embargo, aquel día,la escuché distinto.Sus palabras seguían siendo las apropiadas,las coherentes , las certeras.
Pero su cadencia se había vuelto más lenta.
Los silencios se prolongaban
y ciertas pausas inoportunas
dejaban entrever suspiros ahogados y desasosiegos impedidos.
Esos que algo insabido
los había sentenciado a permanecer ocultos .
O bien disfrazados de ajeno y extraño.
Como esa clase de insistencias,
que sin que pueda uno explicar el por qué,
van y vienen a su antojo
dibujando una incierta deriva…
…que conoce al detalle
cada rincón adentro nuestro.
Y sabe cuándo detenerse.
Un paso antes
de volverse presencia.
Deja una respuesta