Escrito por Eduardo M Romano el 3 febrero, 2014
Había Palabras, que las derrochaba
para ir adjetivando esta u otra cosa
cualquiera ,que le resultara más fácil
o la tuviera más a mano,como para poder salir del paso.
Eran palabras,(éstas, las que usaba),
que casi siempre tenían un final
de lo más triste en los oídos de los otros.
Como un gris tirando a tímido ,
un neutro con cara de inocuo , o algo que no termina
siendo ni una cosa ni la otra.
Y que por más que uno le ponga todo el esfuerzo,
lo que se dice gusto,
no puede sentirle,
porque no es ni chicha ni limonada.
Eran tántas las ocasiones en las que se la pasaba
diciendo cosas sin ton ni son,
y como para adornar las cosas,
no se le ocurría mejor idea
que ponerse a adjetivar de lo lindo.
Lo que se dice atención, nadie le prestaba,
porque ya estaban acostumbrados a sus promesas
llenas de adornos y a sus palabras de brillos falsos…
..Pero cuando ese día (la fecha exacta no me la
pregunten, porque no me la acuerdo),
algo en él, lo llevó a tomarse más en serio.
Y a empezar como a mostrarle como más respeto
a las Palabras..respetando a las pausas y también a los silencios.
Y dejando hablar y escuchando también un poco a los otros.
Diciendo menos de esas
cosas cuyo destino no era otro que quedar flotando
sueltas en el aire y huérfanas de sentido .
En ese momento,
empezó a hablar distinto.
Porque dejó de lado la innecesaria catarata
de adjetivaciones y redundancias,que antes no paraba de decirlas
una atrás de la otra.
Empezaron a escucharlo de otro modo
y a tomarlo más en serio,
cuando pudo empezar a decir
un poco más genuino lo suyo,
y más en sintónía,
con lo que tenía adentro…
..entonces ya no fue necesario
ni hizo tanta falta,
tener que apelar a tanta cita abstracta…
ni escudarse por las dudas a cada rato,
en algo que había dicho,
alguna vez , en otro tiempo,
la autorizada voz de algún otro.
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