Escrito por Eduardo M Romano el 24 mayo, 2014
Tenían todo el aspecto y la apariencia de unas perfectas
y forzadas reciprocidades ,
todo eso que iban intercambiando uno y otro.
A cada frase era seguro que no podía sino seguirle otra cosa
que su réplica formal y correspondiente..
..nunca faltaban los “ahá “, los “sí, claro” ni los “entiendo absolutamente “…que son tan habituales en esa clase de
conversaciones huecas que se las hace de compromiso y vacías
de sentimiento…Más o menos parecidas a las de ese tipo, en las
que mientras uno hace catarsis, otro hace como que escucha…
..hasta que llega su turno para desencadenar su propia catarata..
…son reciprocidades formales ,que se atienen a cuidar los modos,
pero que nada tienene que ver con el contacto y el encuentro genuinos con el otro…pura cáscara en la que sólo entra y tiene
lugar lo aparente…curiosos intercambios en los que a cada parte,
en el fondo de asunto,
le importa poco y nada,
eso que piensa y dice la otra…”monólogos duales”…que tienen un lejano parentesco con aquellos que eran genuinos y sinceros,
y que correspondían a nuestras épocas más tempranas…unos que de falsos no tenían nada, porque lo importante, estaba claro,
consistía en el hecho de proferirlas
a las palabras, porque estaban cubiertas de magias y de ensalmos…
..y alcanzaba con decirlas para llenarnos de júbilo…
…porque ya iba a haber mucho tiempo
para comprender, sin apuro,
que además de las palabras, deseos y sentidos de uno…
…están los del otro.
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