Escrito por Eduardo M Romano el 3 abril, 2014
En nombre de aquello que llamaba enamoramiento,
no hacía más que caer, una y otra vez,
en el autoengaño. Por ejemplo,poner en la misma
bolsa,un montón de cosas, escenas, circunstancias y asuntos
que nada tenían que ver unos con otros…y menos aún con
un genuino sentir amoroso.
Es que bajo el amparo de “enamoramiento”,
palabra que no tenía nada de culpa,
pero que ella la usaba como una especie de falsa etiqueta,
para encubrir, sin tener conciencia de ello,
una cantidad de cosas..que de amorosas, créanme que
tenían poco y nada.
Usaba esta palabra casi como un sortilegio lleno de magia.
Su peculiar estado de enamoramiento,
parecía justificar todos los usos, abusos, desplantes,
malostratos y cortes de rostro ,
que él no perdía oportunidad de hacerle ,
en cada ocasión que podía.
El asunto es que si uno se tomaba el
trabajo de echarle un vistazo más profundo,
al supuesto enamoramiento….podía llevarse más de
una sorpresa…por ejemplo, encontrarse con ese huésped oculto
que ella ,sin sospecharlo, llevaba dentro suyo.
Uno que mientras ponía cara de inocente,
no perdía ocasión para imponerle
(tal como acostumbran obrar los
mandatos obstinados y secretos)…toda una colección de supuestas
certezas y convicciones falsas… que en ella , sin embargo, habían calado de lo más firmes…
y no resultaban para nada fáciles de cuestionar ni removerlas.
Por ejemplo, esa que no dejaba de subrayarle que en el fondo , ella valía poco y nada…que no tenía ninguna cosa interesante que
decirle a otro…
El problema no se centraba sencillamente en una pobre opinión y escasa valoración de sí misma ( que dicho sea de paso, ya no serían poca cosa)…
…sino que además el transgresor y manipulador de turno,
captaba enseguida, como al vuelo y bien clarito,
ese mensaje que para ella estaba oculto…
..y entonces no tardaba demasiado en sacar provecho del asunto,
actuando en consecuencia.
Deja una respuesta