Escrito por Eduardo M Romano el 30 mayo, 2017
En aquellos inicios, las pocas escenas
que le era permitido evocar,
por la fuerza de aquel mandato que la dominaba por dentro,
aparecían en completo desorden. Fuera de toda lógica coherente,
y en apariencia,
extrañadas de sentido.
Terminaban conformando un remolino
que daba vueltas y giraba sobre sí mismo.
En ellas había ciertos personajes que se confabulaban
en repetirse.
Como si una fuerza inmanejable,
las empujara a replicarse en interminables
idas y vueltas.
Me refería sentirse abrumada
por esas imágenes que la agotaban.
Porque la llenaban de inquietud
y enseguida nomás,
les abrían las puertas a la angustia.
Un contrapunto de luces y de sombras,
en los que sentía abstraerse de todo
y quedar enredada en un murmullo de adentro.
Claro que hacia afuera,
ponía su mejor cara de circunstancia.
Y hacía todo lo que estuviera a su alcance
con tal de mostrar que nada extraño pasaba.
Así planteadas las cosas,
sólo con el correr del análisis y su elaboración en el tiempo,
fue apareciendo un concierto de fantasías reprimidas y cargadas de afecto.
Que daban vida
a cadenas de sensaciones, imágenes, afectaciones, escenarios
personajes y palabras ,que de a poco
ayudaron a darle relieve y sentido a las cosas.
Es que un tumulto de deslices y entreveros
que no respetaba la cronología
comenzó a retornar y a aparecerse
cada vez más clarito, en primer plano
Un tumulto que psaba por encima del sentido común
y se llevaba puesta a la línea recta.
Siguiendo una lógica estricta.
Real, Inconsciente e inaudita.
Hecha de condensaciones y desplazamientos.
«…los últimos primero, y los primeros en último lugar.
era del todo imposible avanzar hasta el primer trauma,
que solía ser el más eficaz,saltando los sobrevenidos después …»
(S. Freud. » Cinco Conferencias sobre Psicoanálisis». O. C )
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