Escrito por Eduardo M Romano el 25 marzo, 2017
Se apegaba a la gente,
ya fuera que los conociera
mucho , poco o nada,
con la ilusión
de que aferrándose con todas sus fuerzas,
alcanzara para obtener los sentidos
y el eje propio que faltaban,
y que ni por asomo pensaba que tenía.
Como si esos apegos furiosos
sirvieran para disimular una apuesta inconsciente.
Terca e implacable,
que no cesaba de retornar
para entrometerse
una y otra vez en el juego.
Y que lo empujaba
(sin que pudiera darse cuenta),
a cambiar
de opinión, color, sentir y posición,
todo el tiempo…
…como si algo lo indujera
a aferrarse a la ilusión
de postergar el repetido encuentro
con las diferentes rostros, bordes
y relieves
que adoptaba el implacable vacío.
Deja una respuesta