Era una sensación que le resultaba
muy difícil de describir.
Sin embargo, me dijo que, haría todo lo posible
para que yo pudiera entenderla.
Era una especie de sentimiento extraño,
parecido a una envoltura
que lo seguía a todas partes.
Mejor dicho,

más que seguirlo, sentía que la llevaba puesta
a todos lados.
Se le imponía como un hechizo.

Tanto en las ocasiones que venían muy bien barajadas, como en las otras.

que eran todo lo contrario.
Pero sobretodo, se le imponía en las situaciones comunes y corrientes.
Esas de todos los días.
Las que les suceden todo el tiempo a todo el mundo.
De modo

que apenas asomaba algo parecido a un deseo,
él intuía de antemano
que no iba a ser del todo pleno.
El roce con otra mano, el abrazo, la caricia,
el enojo o el llanto,
también eran asuntos que
no podía sentirlos nunca plenos ni del todo.
Algo seguro iba a perderse.
Algún fragmento,más temprano que tarde, quedaría atrapado
en esa esa transparente e implacable envoltura
que desconocía la palabra.
A un tiempo, familiar y extraña.
Entonces

si cualquier empuje levantaba vuelo,
estaba seguro que a poco de andar, languidecería.
Ningún brillo podía serlo del todo.
No había lugar para esa clase de apuestas indómitas,
que se las hace de tanto en tanto,

con toda la fuerza que uno junta.
Cada deseo traía multiplicada,
su propia resta.
A cada más, le seguía su menos.
Y a cada encuentro
lo aguardaba

su sombra.