Una soledad llena de otros.

Aunque a veces lo parezca,
no es precisamente
de la soledad solitaria,
donde uno va siendo,
y se construyen los rincones más propios.
Esa supuesta soledad , está llena de otros.
Y no necesariamente se trata de personajes completos.
Más bien, son fragmentos.
Trozos de algunas texturas,
ráfagas que rozaron nuestra piel.
Aromas inconfundibles que nos hacen temblar por dentro.
Ventiscas de sentimientos
desprovistos de nombre.
Luces y sombras que se alternan.
Apegos y fracturas,
ausencias y reencuentros
que cada quien incorpora
para hacer con ellos
esto que le va saliendo
y aquello que pueda.
Si no hay forma de existir sin los otros,
necesariamente, tiene que haber
mucho de lo que parece interno,
habitando afuera.
Y más de una lengua
debe andar parloteando, por aquí y por allá
dentro nuestro.
Anhelos, fantasías, ensueños o desesperos.
Afanes imposibles que tal vez por eso,
marcan rumbos.
Añoranzas que parecen lentas agonías.
Encuentros que nos devuelven a la vida.
En que en cada singularidad,
si se la mira más de cerca,
siempre se dibujan distintos personajes
de lejos y de cerca,
y no cesan los ecos de voces otras.
De lo que es de todos,
venimos
y seguimos estando.
Un entrevero de multiplicidades
hecho de fracasos y conquistas.
Intensidades ,anhelos y fracturas,
que cada día que pasa
se renuevan en cada uno,
para dejar
sus signos y sus huellas
por todas partes.