Escrito por Eduardo M Romano el 18 noviembre, 2017
Comenzaba con un leve cosquilleo,
generalmente en sus manos.
A las que entonces , cerraba y abría
en forma repetida,
como para ahuyentar aquello
que , estaba segura, a renglón seguido vendría.
El efecto de este improvisado porcedimiento,
resultaba,
tal como cabía esperar,
nulo.
De cuatro veces, al menos tres,
esa extraña sensación se le extendía a los brazos,
con una fuerza cada vez más intensa.
A partir de alli, todo el proceso «se le iba de las manos»
y escapaba a su control voluntario.
Hasta parecía cobrar una rígida e inquietante
vida propia.
Nada podia decir acerca
de las posibles razones y motivos.
Estaba más que segura,
de que a ella la aquejaba
una grave enfermedad orgánica.
Aunque los exhaustivos exámenes médicos
dijeran lo contrario.
Al preguntarle no podía encontrar lazo ni conexión alguna
con sucesos, eventos, circunstancias
o al menos impresiones cualesquiera
de ahora ni de antes.
Ni que hablar de esos pensamientos inconscientes , por ese
entonces reprimidos y absolutamente ajenos a su conciencia.
«…Tras los fenómenos de la neurosis, no ejercían una acción eficaz excitaciones afectivas cualesquiera,sino regularmente de naturaleza sexual …» empecé a explorar la vida sexual de los llamados neurasténicos. Es verdad que este experimento me costó la clientela, pero me aportó convicciones que ni siquiera se han debilitado hoy, casi treinta años después.» (S.Freud. » Presentación autobiográfica » O.C.)
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