Escrito por Eduardo M Romano el 5 enero, 2014
Las escenas que armaba para embellecer
algunos asuntos y no tenerque involucrarse
más allá de cierto límite indispensable en otras cosas,
eran en su caso ,de lo más atractivas e ingeniosas.
Tanto que a uno que estaba cerca,
le daban ganas de segurilas escuchando.
Porque tenía esa habilidad (que no era malintencionada)
de mezclar fantasía con realidad y exageración de ciertos hechos,
con cosas que decididamente ,
no tenían nada de cierto.
Pero él igual las metía a todas juntas,
adentro de la misma bolsa.
Y a medida que iba hablando,
no sólo entusiasmaba cada vez más
a él y a los otros,
sino que además, se las terminaba creyendo,
involucrado de arriba para abajo en lo que estaba diciendo.
En él era más intensa , esa característica tan humana
de andar imaginando e inventando un montón de cosas .
Sólo que en él , se hallaba finamente elaborada , intensa y apoyada en una clase de convicción bastante firme.
De modo que llevaba en su persona, un montón
de escenarios internos,
repletos de ilusión y llenos de adornos embellecedores.
Que eran de lo más lindos , y tal como les decía,
daban gusto y uno no podía sentir otra cosa
que ganas de seguirlos escuchando.
El único problema, era que esas escenas fantasmáticas,
que quien más , quien menos,
todos llevamos , a nuestro modo, en nosotros,
en él no sólo tenían una marcada tendencia a multipicarse
de un lado a otro…sino que en muchas ocasiones,
les fallaba el freno.
De modo que terminaba absolutamente identificado con algunas de las
cosas que iba hablando y siendo casi uno y lo mismo
con su propio entusiasmo.
Planteadas así las cosas,
créanme que resultaba de lo más habitual que en el medio
de sus imaginativas tertulias,
uno no terminara sabiendo con cuál de sus personajes
se había quedado hablando…
..ni a cuál de todos ellos
tenía adelante,
en ese preciso momento.
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