Escrito por Eduardo M Romano el 10 enero, 2021
Decía que no podía controlar
las arremetidas ni los aprontes
del ansia que en esos momentos
lo consumía.
Ese embrujo que lo llevaba
a la misma trampa seductora.
La promesa ilusoria
de una vivencia mortífera
que vestía el disfraz
de lo pleno, lo absoluto,
lo inenarrable.
Era más fuerte que él.
Y no podía resistirlo.
Aunque sabía de memoria
que ese estado de fugaz maravilla,
tenía por destino
la irreversible caída.
Oscura hipnosis del deseo.
En cada ocasión
más voraz. dolorosa y profunda.
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