Escrito por Eduardo M Romano el 14 noviembre, 2016
Por una parte,las cosas pueden resultar de lo más evidente,
y nadie que tenga una mirada más o menos objetiva
se atrevería a discutirlo.
Está claro que las cosas tienen que ser de este modo,
y de ningún otro. Porque a esta escena ,
no por casualidad,
la seguía aquella otra.
Y además , estaba esa imagen que se la vio
casi perfecta,
y no podía ser invento de nadie.
Ni que decir de todo lo otro
que vino más tarde,
tan prolijito y bien encadenado,
que no había lugar para fingir la distracción
o negarlo.
Pero en los tiempos del apremio
y en la ansiedad de la premura,
esta clase de objetividades,
tan certeras y claritas,
no son para nada,
lo único que cuenta.
Quiero decir,sucede con ciertas cosas,
que a simple vista,
nos parecen transparentes
de tan obvias. Pero que al mismo tiempo,
tienen el poder de movilizar
tantos sentimientos contradictorios
que algo dentro nuestro,
se rehúsa ,así nomás,
a aceptarlas. Entonces las desmiente.
Y qué sucede con aquello que ya se vio y se sabe ?
Cuál es su destino ?
Terminar siendo aceptado o rechazado de plano ?
En ocasiones,ninguna de las dos opciones.
O bien ( lo que viene a ser lo mismo),
las dos al mismo tiempo.
…» Las dos partes en disputa reciben lo suyo «..
..» Pero todo esto ha de ser pagado de uno modo o de otro,
y este éxito se logra a costa de un desgarrón del Yo…que se
profundiza con el tiempo..».
(S. Freud. » La escición del Yo en el proceso de defensa». O.C.)
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