Escrito por Eduardo M Romano el 15 febrero, 2014
Hablaba con un tono de voz inconfundible,
que tiene mucho de resignación y desencanto
que de protesta,
que a su vida la sentía como una especie de
estructura coral.
Esa era la metáfora música que se le ocurrió
desde el vamos,
porque por suerte,
aún podía encontrar algo de placer y consuelo
en la melodía.
Era la forma que había encontrado para decir
que su vida la sentía como una especie
de coro en el que todos sus integrantes,
excepto uno, que vendría a ser él mismo,
…iban alternando y articulando a su tiempo,
sus propias voces cantantes y sonantes.
A él era como que le tocaba,
y lo asumía casi sin protestas,
porque ni fuerzas para eso tenía,
el lugar del que escucha y asiente,
con su propio silencio.
Que estuviera de acuerdo con las opiniones
a veces estrafalarias de los otros…no tenía mayor
relevancia.
De modo que con suerte, él se sentía testigo
tanto de su vida como de las narrativas y los
discursos (algunos fuera de lugar y muchos desopilantes)
que se iban tejiendo en torno suyo y a sus alrededores.
Eso sí, hay que reconocer que a su oído lo mantenía lúcido
y a su mirada con bastante agudeza.
Pero sentía que no le salia hacer otra cosa
que permanecer absolutamente mudo,
casi como una continuidad del impasse y el inerte
intervalo en el que parecía haber ingresado su vida.
Lo íntimo y lo propio….alguna clase de Deseo singular,
si uno le preguntaba,respondía,
y era del todo sincero,
que no tenía la menor idea acerca de dónde podían estar
ni en qué dirección tenía que ir a buscarlos.
Eso sí, él se daba perfecta cuenta
del uso y el abuso
que muchos hacían de los espacios que el iba dejando.
Porque todos, los cercanos y también los que afectivamente
sabía que estaban mucho más lejos ,
se sentian con derecho a orientarlo, describirlo, decirle que fuera
por ese lugar , por aquél otro,
o bien que en su caso , lo más conveniente
era tomar ese atajo.
El tenía lucidez acerca de lo perfectamente ridículo de todo
eso , y sobre todo de su propia complicidad en dejarles hacer
a los demás tales cosas….sin ponerles ninguna clase de límites.
Pero con la lucida conciencia desprovista del hacer
y huérfana del propio Deseo,
alcanzaba para muy poca cosa.
Lo que en su momento resultó reprimido, postergado,
sumergido,o apartado de los modos más sutiles..
…no dejaba de cobrar su precio y pasarle la factura.
Llenando su vida de puntos ciegos, lagunas, silencios,
desganos, impedimentos, postergaciones y pronunciadas declinaciones
en sus estados de ánimo.
Así, les digo que le resultaba de lo más difícil
la sola idea de
asumir singularidad, protagonismo o sello propios….
…entretanto el coro seguía cantando.
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